La edificación se encaja en la parcela, aprovechando las zonas de material de relleno, reduciendo al mínimo los muros de contención y maximizando la superficie libre de jardín. El edificio se resuelve en tres plantas sobre rasante y en un semisótano que aprovecha el desnivel existente. De este modo el volumen edificado que aparece con edificación visible es considerablemente inferior al volumen edificado total. La solución de romper la esquina Oeste de la parcela, justo donde la parcela se encuentra con el paisaje pretende adaptar la escala de edificio a la escala del paisaje, evitando una ruptura paisajística fuerte con el entorno. Para potenciar este efecto, se ajardina la esquina en continuidad con el futuro parque colindante.
Para responder a los vientos alisios el edificio se organiza cerrado en L hacia el Noreste consiguiendo así un espacio exterior azocado con muy buena orientación, que se utiliza como jardín, desde él se disfruta de unas magníficas vistas al mar. La conexión visual con la naturaleza, el sol y el mar a través del jardín se considera un objetivo pues incide directamente en el confort y la calidad de vida de los usuarios del centro.
El edificio es muy sencillo en su concreción volumétrica, se compone de varios prismas de hormigón yuxtapuestos que engarzan un prisma de cristal. Para establecer un vínculo visual con los magníficos ejemplares de laureles de indias de la calle, se proponen lamas de cristal con tratamiento de vinilo perforado que reproduce el follaje de los laureles, lo que funcionará como un filtro a las miradas desde la calle.
La reducida movilidad, las posibles minusvalías sensoriales y psíquicas de los usuarios y el hecho de que la estancia estimada sea larga, obligan a plantear un edificio capaz de cumplir las funciones de casa, barrio y parque, porque toda la vida del usuario se desenvolverá dentro del Centro.
Desde los espacios comunes se accede a los jardines con circuitos adaptados a silla de ruedas y pequeños espacios de estancia para fomentar su uso.