La parcela, situada en una colina y con un desnivel de 14 metros, se encontraba desmontado cuando se inicia el proyecto. Ello condujo a plantear la vivienda desde su sección: el garaje y la pista de squash ocupan el volumen en semisótano y el espacio habitable se eleva sobre éste funcionando en tríplex con total autonomía. El acceso a nivel de garaje se realiza por la calle inferior y el acceso a la vivienda desde la calle superior, a nivel de la planta intermedia, donde dispone también de estacionamiento diurno.
La premisa de partida exigida por el cliente fue la de potenciar las vistas y maximizar el espacio exterior. Para ello la superficie exterior se aumenta utilizando plataformas superpuestas, terrazas en vuelo y ocupando en parte las cubiertas. Para maximizar su uso el jardín se descompone en espacios geométricos independientes, a distintas alturas, con un uso claramente definido y ligados siempre a un espacio interior desde el que se accede. Cada una de estas áreas exteriores tiene distinta intimidad, temperatura y soleamiento, de manera que sus usos se solapan a lo largo del día y según la época del año. Para restar volumen a la casa, el muro de cerramiento del garaje recibe tratamiento de muro de contención ciclópeo, y la casa situada encima se desdobla en dos: en un volumen enfoscado blanco se sitúan los espacios comunes y habitaciones de las hijas y en un prisma de madera más pequeño situado encima, el espacio de los padres.
Planteada como atalaya para ver sin ser vistos, la casa se vuelca a través de grandes huecos a la panorámica de la ciudad y su puerto, mientras que se protege con muros y vegetación de la calle y las edificaciones próximas.